El ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, fue vencido por las mayorías políticas, esas que él tanto sabe reunir y manejar, pero que se hicieron sentir hundiendo el proyecto de Reforma Política en el Congreso. El traspié del Gobierno ya había comenzado desde una semana antes, cuando las comisiones económicas conjuntas de Senado y Cámara también hundieron la Ley de Financiamiento con la que esperaba conseguir $12 billones para ajustar el desfinanciado presupuesto nacional del 2025.
El ejecutivo no cuenta hoy con aliados lo suficientemente fuertes como para hacer los cambios que se propone, cuando está a punto de iniciar el tercer año de mandato y el reloj ya empieza a contar la salida en el 2026. Es evidente que Colombia requiere una reforma política, pero esta planteaba cuestiones tan delicadas como dejar la financiación de las campañas en manos exclusivas del Estado. El país no está preparado y maduro para asumir esta responsabilidad con recursos públicos, que son de todos, al menos hacerlo de manera transparente y sin condicionar a que buena parte de los dineros se destinen a campañas y candidatos de los partidos que respaldan al gobierno de turno.
Se requiere es bajar los topes de gastos de las campañas establecidos por la ley, prohibir los excesos y los gastos suntuarios para ganar votantes y para darse a conocer, para eso está la palabra, el discurso en plaza pública de los candidatos, a ello se debería volver. Además, mejorar los controles sobre los gastos de todas y cada una de las campañas, de principio a fin, grandes y pequeñas; ser más estrictos y menos laxos con los reportes, en tal sentido de que todos cumplan con lo exigido. Tampoco se veía viable la obligación de establecer listas cerradas a Congreso, asambleas y concejos. Votar por quienes a dedo escogen los jefes políticos y los partidos es cerrar las posibilidades de ser elegido y elegir como contempla la Constitución. Las listas cerradas sí se deben dar, pero en un contexto de partidos políticos fuertes y bien estructurados, que hoy no se tienen.
Sí era muy positivo de este proyecto que se impusieran las listas paritarias, lo que significa que haya igual número de mujeres y de hombres al momento de elaborarlas, no para rellenar espacios ni por cumplir con un formalismo, sino para dar participación política en igualdad de condiciones. Planteaba además transformar el Consejo Nacional Electoral, buscar la forma de que sus magistrados sean independientes de las fuerzas políticas, porque hoy son elegidos por el Congreso, y esa también es una necesidad, pero las altas cortes, como se propone, deben hacerlo sin influencia alguna del Gobierno nacional.
Es el segundo proyecto de reforma política del actual Gobierno que termina hundido en el Congreso. Una de las fallas fue no haber convocado desde antes a mesas técnicas con expertos y partidos para construir consensos, como lo anunció Cristo ya después de hundida la iniciativa. Se podrá insistir con este proyecto en julio del año entrante, en el último periodo legislativo. Deberá estar sustentado en fortalecer la democracia y la participación plural, en reglas electorales garantistas y en recuperar la confianza en lo político, que definitivamente se perdió.