Es una ligereza del presidente, Gustavo Petro, haber declarado la emergencia sanitaria y económica por los casos registrados de fiebre amarilla. Es otra determinación abrupta, y lo más peligroso, sin sustento científico y médico, ni basada en estadísticas que determinen si la morbilidad y la mortalidad justifican esas medidas. Es temerario además que su ministro de Salud, Guillermo Alfonso Jaramillo, de manera improvisada y mostrando desconocimiento de un asunto tan delicado, reforzara este equívoco asegurando que se exigirá presentar carné de vacunación para viajes internacionales y habrá restricciones de acceso a zonas afectadas, cuando esta enfermedad no se transmite de una persona a otra, sino exclusivamente por la picadura del mosquito hembra Aedes Aegypti, transmisor de esta enfermedad.
El presidente se refirió a que de 74 casos descubiertos en humanos han muerto 32 personas, la mayoría en el departamento de Tolima y que la primera alerta fue porque empezaron a aparecer monos muertos. Además, que la crisis climática está propiciando que el mosquito transmisor “suba las montañas, pase los páramos y puede penetrar en las ciudades, incluída Bogotá”. No demoraron los expertos en salir a desmentirlo porque de acuerdo a los registros de vigilancia epidemiológica en los departamentos y municipios las cifras y datos son otros.
Según reportes del Instituto Nacional de Salud, hasta el día del anuncio se registraban 54 casos, además el brote se inició en octubre del 2024 en Colombia y los casos identificados todos son selváticos en áreas rurales dispersas, no en áreas urbanas como lo advirtió Petro. Por su parte el subsecretario de Salud Pública de Bogotá, doctor en Epidemiología, explicó que el presidente actúa erradamente porque la vacunación se debe priorizar es en zonas endémicas; además que Bogotá como también Manizales, por su clima y altura, no lo son. La recomendación es reforzar los planes de vacunación, única medida existente, y estar vigilantes para actuar. No se puede confundir la fiebre amarilla con la covid-19, como pareciera lo están haciendo. El manejo de estas enfermedades es bien diferente y es una lección aprendida desde el Gobierno de Iván Duque, al que se le reconoce su buena labor durante lo que fue una real pandemia.
Con la fiebre amarilla, como autoridades, les corresponde al presidente y a sus ministros, igual que a los gobernadores y a los alcaldes del país con sus equipos actuar como están haciendo en las regiones, con campañas masivas de vacunación, educación y difusión para contener el brote de esta enfermedad y aprender de ella, pero que todavía no reúne las características para tener que ser declarada una emergencia sanitaria. Siempre hay que prevenir que una situación de estas, que compromete la vida y la salud de las personas, se salga de las manos; por su puesto que hay que educar sobre las buenas prácticas para evitar la fiebre amarilla, pero no es sembrando miedo, ni con informaciones falsas o afectando presupuestos como se va a lograr.
En Caldas se ha registrado hasta ahora la muerte de una persona por fiebre amarilla en zona rural de Neira, inclusive antes de los reportes de Tolima, y está activo el plan de vacunación en todo el departamento. El presidente, su ministro de Salud y las demás organizaciones nacionales del sector deben fijarse como propósito más bien alcanzar metas de vacunación e inmunización en todo el país y ver cómo ampliar la vigilancia epidemiológica como medidas responsables que deben estar rigiendo, antes de estar pensando en atemporales declaratorias de emergencia sanitaria y económica que carecen de sustento técnico y más bien parecen querer facilitar el camino para las reformas a la salud y tributaria que el Gobierno promueve.
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