Pasar al contenido principal
Fecha Publicación - Hora

El asesinato a sangre fría y por la espalda de Brian Thompson, de 50 años, y cabeza del grupo UnitedHealthcare en una calle de Manhattan ha dado para todo tipo de análisis sobre las responsabilidades de las aseguradoras de la salud en los Estados Unidos; sin embargo, también se ha tratado de un crimen que algunos intentan justificar porque consideran que las empresas responsables del aseguramiento en salud en ese país tienen mucho de abuso y consideran que los serios problemas morales en los que se ven inmersas por sus medidas llevan a las personas a tomar decisiones extremas.
El hallazgo de cuerpos sepultados en el sitio conocido como La Escombrera, los que serían víctimas de la guerra de bandas en la Comuna 13 de Medellín, así como de los excesos que se pudieron cometer en la llamada Operación Orión, que buscó devolver la seguridad a esa zona también ha dado para que algunas personas, sin mayor reflexión, digan que eran necesarias tales acciones para poder concretar la paz de la que hoy gozan sectores antes impenetrables en sectores de la capital antioqueña.
Benjamín Netayahu y sus asesores militares ordenan bombardeos en los que mueren decenas de niños en Gaza o en Palestina con el argumento de que son daños colaterales, mientras que las denuncias de niños ucranianos robados por Rusia y llevados a ese país crecen sin que se haga mayor cosa por recuperarlos. A estas víctimas, se suman los pequeños migrantes que padecen atrocidades en su camino en busca de un lugar mejor, que pueden no encontrar, pues en esos países como ya ha sucedido en los Estados Unidos, por ejemplo, los pueden separar de sus familias y retenerlos por meses en centros supuestamente transitorios para regresarlos con sus familiares allende las fronteras.
¿Que por qué hablamos de estas cosas? Porque en el Día de los Santos Inocentes que celebra la Iglesia Católica justamente en razón a los niños judíos que fueron asesinados por orden de un rey que temía perder su poder, vale la pena recordar a los millones de personas que son víctimas de las decisiones de otros, que con ellas les cambian sus vidas y definen sobre ellas. Cuando incurrimos en justificaciones de los crímenes, perdemos como humanidad.

El mayor problema es que en tiempos de desinformación, de simplificaciones, de ceder las decisiones y la reflexión a la inteligencia artificial, deberíamos poner más que nunca antes, por encima de cualquier razón, el humanismo, eso que nos permite la empatía con los otros, que nos convoca a ser solidarios, a ser compasivos, pero la paradoja radica en que estamos entregando a las máquinas hasta las más elementales y trascendentales decisiones. Hoy los drones matan. Y hay que recordar, como lo hizo Yuval Noah Harari en su más reciente libro, Nexus: “Si el auge de la IA plantea un peligro existencial para la humanidad, no se debe tanto a la malevolencia de los ordenadores como a nuestros propios defectos”. Es decir, esta refleja lo que somos. Si justificamos asesinatos como válidos, eso será lo que traslademos a otras entidades no reflexivas, pero que replicarán nuestros aciertos o nuestros errores. No nos las demos de tan inocentes.