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“Toda conducta negativa e intencional que incluya intimidación, humillación, amenazas o agresión física y psicológica contra un estudiante, de manera repetitiva y en un contexto de desigualdad de poder”, es acoso escolar según define el Ministerio de Educación, que en su Sistema de Información Unificado de Convivencia Escolar (SIUCE) registró 11 mil 161 casos de acoso, ciberacoso y agresión escolar desde el año 2020 y hasta marzo de este 2025. Representa 2 mil 232 hechos identificados por año, aunque el subregistro debe ser bastante alto porque el silencio predomina ante el miedo a los acosadores.

Las cifras son escandalosas si se tiene en cuenta, como también dice el Ministerio, que todo acto de este tipo afecta el bienestar emocional, el rendimiento académico y el clima escolar. Según el último informe anual del SIUCE, durante el 2024 recibieron 28 mil 136 reportes distribuidos entre 17 mil 712 por convivencia escolar (entre los que se contemplan el acoso, el ciberacoso y las agresiones), 3 mil 404 por embarazo y 7 mil 20 por consumo; de los cuales 795 correspondieron a Caldas así: 421 por convivencia, 243 por consumo y 131 por embarazo.

Debe preocupar además que el sitio de mayor ocurrencia haya sido el lugar de estudio, seguido por el hogar, la calle y las redes sociales. Quiere decir que no hay entornos seguros ni lo suficientemente protectores para los escolares. En Caldas, la justicia procesa a un instructor de patinaje de una menor de 14 años que la citó en su vivienda en Aguadas y es acusado de violarla. En la vereda San Andrés, de Chinchiná, un pastor fue detenido por secuestro y violación de su hijastra de 13 años, a quien pretendía matar junto a su mamá. Fue detenido y enviado a la cárcel mientras es llevado a juicio. En Bogotá capturaron a un hombre señalado de haber abusado sexualmente a por lo menos siete niños de 2 y 3 años en un hogar infantil del ICBF donde era docente. Dos niños dieron positivo para VIH.

Los padres y responsables de los estudiantes deben estar vigilantes; ser conscientes de que la prevención comienza en casa creando espacios de afecto y generando confianza para hablar de cualquier tipo de acoso sin reservas, acompañar desde lo emocional y promover valores que rechacen todas las formas de violencia. El rol de los planteles educativos comienza en saber prestar atención a una simple sospecha de acoso y aprender a identificar cuándo está sucediendo, cómo hay que abordarlo y la ruta para intervenirlo. La escucha y el diálogo son clave, pero lo más esencial es estar preparados, no hay que esperar a que el acoso se haga presente para empezar a documentarse.

La sociedad está llamada a actuar, teniendo en cuenta que los espacios públicos y las redes sociales se han ido convirtiendo en escenarios de acoso para los escolares. Una denuncia comprobada y a tiempo puede resultar fundamental para evitar desenlaces dolorosos en situaciones de violencia o de vulneración de derechos humanos, sexuales y reproductivos como ocurre en los casos citados. Como sociedad también hay que fortalecer la cultura del respeto por el otro, del perdón y la reconciliación para crear ambientes más seguros. Los menores de edad no pueden seguir siendo las víctimas.