Una política inmoral
Señor director:
El que, para desgracia de la patria, nos desgobierna, nombró dizque “gestores de paz” a casi veinte sujetos sindicados de los más abominables crímenes. Es un hecho más en la serie de los que vienen dándose desde hace tiempo en Colombia, orientados a establecer como política oficial, en el tratamiento que se da a los criminales, la más abominable y repulsiva impunidad. Política que entraña una profunda e innegable inmoralidad y que comenzó a practicarse entre nosotros desde hace tiempo. Cuando el gran traidor, - el de la palomita blanca en la solapa, el detentor de un prostituido premio Nobel- premió los crímenes abominables de Timo y compañía con curules parlamentarias y jugoso sueldos…perdimos el rumbo de la justicia. Y en lo que va corrido del actual régimen, esa aberración, la de establecer como política no solo la simple impunidad, sino el otorgamiento de dádivas a quienes delinquen, se ha vuelto el ominoso pan de cada día.
En la más elemental deontología política, es claro que el ejercicio de la autoridad no es negociable; no es admisible que quien detenta la autoridad abdique de su ejercicio; por el contrario, tiene la obligación perentoria de imponer el respeto a la ley y a los derechos fundamentales de sus gobernados; y debe procurarlo por medio de la persuasión, del diálogo firme, de la llamada al orden; pero cuando, por la contumacia y la artería de los delincuentes, esos caminos no resultan eficaces, ha de lograr el objetivo por el empleo legítimo de la fuerza; para eso existe el régimen punitivo del Estado.
Exaltar con el título de gestores de paz a personajes que cargan un prontuario criminal realmente espantoso, constituido por miles de asesinatos, secuestros, desapariciones, desplazamientos, depredaciones y abusos sexuales innombrables, torturas, tráfico de estupefacientes…, es realmente algo execrable.
¡Dios nos tenga de su mano misericordiosa!
Mario García Isaza